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Shodõ de Sofía y Tenoch Vol. 03

Escrito por: The Horror Vacui on viernes, 17 de diciembre de 2010 , under | comentarios (2)



Sofia Y Tenoch 3

Lo que más le costó fue hacerse a la idea de que el sueño por fin había acabado. Pero, una vez pasado este primer dolor (ese abrupto despertar acariciando la ausencia en la almohada contigua) lo siguiente sería simplemente levantarse. "Qué ancho es el infierno", -meditó sorprendido- mientras intentaba incorporarse en la cama.

Una fracción de luz iluminó un sucio reloj colgado en la pared con las agujas clavadas en las doce del mediodía… supuso al verlo… que ya era tiempo. A tientas recorrió su cuchitril… atestado de colillas desparramadas… botellas rotas… platos sin lavar… tazas con café helado y viejos poemas de amor escritos en servilletas.

 

Todo… absolutamente todo… nadando en la atmósfera viciosa de esas cuatro paredes impugnadas de humo rancio.

 

Allí, como turista o una escolar buscando en el idioma la expresión correcta para desnudar sin temores sus sentimientos más profundos, Sofía seguía enredada en una telaraña de palabras pegajosas debatiendo como una aficionada, conjugando verbos, tachando, inmersa en el universo abstracto de la letra, nada sería igual y eso lo sabía de sobra.

 

El sueño de Sofía sin embargo, siempre estaría ahí, y aunque ya no habría más visitas como cada noche a esa quimera, era mejor acallarlo, que ya había desistido hace mucho de ser un juego de niños. Le apresaba la mirada perdida de Tenoch, a veces los días podían ser horribles pero las noches eran hermosas en sus brazos, cuando su corazón sabía que hay alguien que siempre residirá ahí, cual sueño lúcido, vívido, que es calma y burbujas, que es espuma y tierra.

 

Sofía hubiera querido ver con Tenoch esos horizontes color té que ahora veía… con los que había soñado tantas noches abrazando a su almohada, mientras tarareaba en pleno sonambulismo aquella canción que tanto los identificaba y que estaba escrita para ambos: “...no sabes que terror se siente, la espera cada madrugada…”

 

He querido entrar a tu alcoba: para ver tu mundo real... para quitar la etiqueta a tus vestidos... para olerte sin perfume... observarte sin maquillaje... sin el cabello teñido... en fin, he comenzado a soñar de nuevo... –escribió Tenoch- alguna vez en un cuaderno para Sofía

.

“...porque te vi venir, y no dudé, te vi llegar y te besé...” esa canción lo seguía a todas partes como si lo arrastrase… siguiéndolo… buscándolo… no sabía si había de regresar aquella canción o aquel amor… pero por hoy, haría el intento, que la amargura no se disfruta cuando alguien rechaza al corazón…

 

Con el tiempo Tenoch habría de venir a menos, desde la muerte de Sofía simplemente se dedicó a dejar que los años transcurrieran, trayendo como único corolario una vejez sin más anécdota que un recuerdo claro de como amaneció cada uno de los días en el paraíso rebotándole en la mente.

 

Repitiéndose en cada ocasión la vieja frase que hiló aquella primera mañana "qué ancho es el infierno" al acariciar, entre melancólico e irónico, el lugar de la almohada que antiguamente había ocupado la mágica cabeza de Sofía.

Allí, donde sus ojos se fijaban cristalizando una lágrima fugitiva y su mirada de garra no arañaba la nada sino que la venera. Allí, en ese oasis perecedero… en ese instante vacío de tiempo… en ese universo incorpóreo que se instala entre nosotros… estaba y estaría por siempre su amor hacia ella.

 

Se encontraron como cada tarde-noche en el mismo sitio que desde hacia ya años era su refugio y su prisión… ¿cuántos?, creo que como mil. Siempre había algo nuevo que ver ahí… gente que va y viene… la misma señora que fregaba los pisos, siempre puntual a la cita de ambos, pero hasta ella… tan imperceptible… tan insignificante… para el mundo de Tenoch y Sofía, presintió por su intuición de mujer que no los volvería a ver de la mano como en otras épocas y sintió cierta nostalgia.

 

Hablaron sin decirse mucho… sin mirarse tanto… hasta para eso les falto el valor que nunca tuvieron, aquel para brincar al precipicio del amor desmesurado, quizá haber ido en contra de los principios fundamentales de la vida hubiera dado cierto resultado, después de todo… el crear un nuevo mundo hubiese sido más fácil que separarse, como ese día lo hicieron…

 

Lo primero, el beso habitual lleno de cerrazón, la mirada perdida de ambos buscando una palabra que significará lo mismo que un “te amo”… pero con menos intensidad… está vez, el mundo no cambió, impertinente y soberbio decidió quedarse a lo que había mutado, le gustaba su nueva forma y ahora ni ellos tenía aquel poder…

 

Ambos sabían que sería definitivo, por eso Sofía no dudo en regalarle una lágrima para agregar el suvenir que le faltaba en el estante de los recuerdos de Tenoch… no se imaginaban que los rostros se multiplican con el dolor y andan por la calle al descubierto y en horas del día sin que nadie diga nada…

 

Lo más probable es que ese día estaba todo planeado, maquiavélicamente por el destino… un fuego voraz que prendiera en llamas todo este paraíso creado… el asunto estuvo en que fueron precavidos, para no quemarse… y no con agua de lágrima para apalear el incendio…

 

…sino con una sonrisa de fuego en los ojos para contemplar con serenidad como sus laureles se volvían cenizas… cenizas capaces de redimir la oportunidad de nuevamente volver a empezar…

 

No había culpables… no había maldad en el suceso, ciertamente pensaban que sería fácil olvidarse, deshacerse del peso de la cruz para alivianar la vida del otro, por eso Tenoch tiró (simbólicamente y no) toda la historia a la basura delante de sus ojos y se quedo con el papel de malo, sólo para que se le hiciera más fácil al no tener la culpa de aquello a Sofía… tanto que la amaba sin duda…

 

Continúa…

Shodõ de Sofía y Tenoch Vol. 02

Escrito por: The Horror Vacui on lunes, 13 de diciembre de 2010 , under | comentarios (1)



Sofia Y Tenoch 2

Creo que todos debemos de buscar hasta encontrar Sofía y por esa razón en lo sucesivo, cuando te marches, mi cuerpo se crucificará en el pasto y el sol me permitirá reflejarme en él y para no romper la armonía le permitiré ser mi huésped–solía decirle Tenoch- no digas locuras Tenoch, nunca nos vamos a separar –decía ella- con tal vehemencia que los demonios de Tenoch morían a raudales.

 

Aquella mañana, Sofía abrió los ojos y miro el techo color avellana de su cuarto, apenas eran las primeras horas de la mañana, sintió cierto vértigo, parecido a despertar de un sueño demasiado aprisa.

 

Días después tendría la funesta labor de discernir la parte infernal de la parte celestial de aquel día, de darse cuenta que el insensato mundo de sueños que recién habían creado, se fue dilapidando en una dulce humedad que olía y sabía a soledades compartidas.

 

El amor ha de venir en una cajita para dos, y tendrían que matarme para dejarte de amar como te amo u odiarme para amarte más–escribió Sofía-, sabía que en efecto, entre el amor y el odio, siempre ha existido un solo paso…

 

En cierta forma Tenoch compartía la definición, aunque como siempre, veía la vida de una perspectiva con más matices que sólo un blanco y un negro. “…complicado el tipo” -diría Arlenziu-. Pero aún así estaba para él, para resolver el enigma del amor inconcluso que dejó frente a la puerta de la casa de Sofía.

 

Arlenziu había llegado a la vida de Tenoch de una forma ciertamente imperceptible, y aún así ya había cosas que cosechar en esa relación, era el soporte de Tenoch, todo lo que él pensaba y no podía sacar a la luz Arlenziu podía adivinarlo, por eso quizá eran los mejores amigos... algo así como almas gemelas.

 

Había llovido aquel día, la lluvia develaba todos los aromas que el asfalto guarda, todos los secretos del cielo cayeron entonces. Tenoch desde que abrió los ojos aquella mañana, supuso que ese día no sería como los anteriores, algo en el aire había cambiado, algo se había cerrado sigilosamente en el cajón de los sueños, con cuidado y atando todos los detalles.

 

“Sabes Arlenziu, a veces he descubierto que fue fácil esperarle ya que no la esperaba. ¿Recuerdas esa teoría de los fantasmas que me ha contado Sofía? Por eso dejarle ha sido paradójico, nunca la tuve y hoy que se va, sólo deseo la silla y el tiempo que no la estuve esperando–decía Tenoch-

 

El tiempo cuando sube las escaleras a su cuarto y las baja de otro modo, Sofía se da cuenta de que está sola, que está en la nada... que las voces en su cabeza... las sombras en sus pies... siempre fueron eso… nada, en esas andanzas parece desconocer a Tenoch, olvidar que había topado con él en alguna de las esquinas del destino, tanto que pensaba que aún no estaba aquí, su idea de la “espera” y la “no espera” se contraponía a la de Tenoch y por eso seguía esperando…

 

Continúa…

Shodõ de Sofía y Tenoch Vol. 01

Escrito por: The Horror Vacui on sábado, 11 de diciembre de 2010 , under | comentarios (2)



 

Sofia Y Tenoch

El retumbar de una campanilla lo saco de ese fugaz recuerdo para sentarlo en su realidad… estaba en aquel funeral. Sofía lloraba desconsolada aquella noche, y aunque en realidad todo había terminado hacía tiempo ya, es siempre esa nostalgia tan solemne que a los seres humanos nos agarra de repente…

Mientras en algún otro punto de su separación irremediable, Tenoch maldecía todo lo que podría empezar con una “s” e idiotamente pudiera recordarle a Sofía, esa “s” que tenía tanto significado hasta entonces… “s” de siempre… “s” de somos… “s” de soledad…

 

¿Por qué siempre los hombres habrán de maldecir para mostrar su sentimiento de impotencia?; Tenoch sentía un dolor entre el pecho y el corazón, ahí juntito a donde decimos que tenemos el alma, algo que no debía quemarse… lo había hecho dentro de si, el día que Tenoch la dejó en aquellas escaleras.

 

Tenoch es un tanto más ensimismado, el destino no era otra cosa para él que la mezcla de todo aquello que deseas y consigues hacer. Todos los sueños rotos: no eran otra cosa que parte del pasado, no pertenecían al camino que el deseaba trazar, “Tenoch y su escepticismo” –solía decir Sofía- mientras que él se encaminaba a una vida llena de obligaciones y una cultura tan vacía como remunerable…

 

“Esa chica nunca fue para ti Tenoch… venían de planetas diferentes, de sueños diferentes… cierto, cierto, eran almas gemelas pero no por eso podían permanecer juntos…” - Arlenziu lo repetía- al pasar de los años.

 

El amor si no duele no sirve, si tan solo hubiera (el maldito hubiera) tenido la remota idea de cuanto sentía se hubiera dado cuenta que no existía una sola para llamarla sin dolerme, que no existían millones de palabras para haberlo dejado entendido, ni una palabra de un millón de letras para explicarlo –lamentaba Tenoch-, mientras miraba los ojos de Arlenziu y encontraba en ellos un cierto refugio… un cierto alivio…

 

Sofía recordaba cada detalle de aquel primer encuentro, fue tan fugaz como intenso, era como ver el futuro que incluso ella sabía que no tendrían, el mundo cambio en su estructura interna, desde los adentros mismos, allá donde dicen que suele hacer demasiado calor… ese calor que sintió en la mirada de Tenoch cuando sus miradas se cruzaron para no separarse hasta que aquellos ojos color mar, cielo y sol se terminaron de cerrar…

 

Todo irremediablemente se habría de desentrañar al pasar del tiempo… cuando terminas de desenredar la madeja de cosas que tienes por delante y descubres que el centro es un vacío y que lo que hacía maravillosa a la madeja era el volumen más no el contenido…

 

Diría el mundo que eran felices… en un estado natural de compañía… se buscaban tanto que no se encontraban por gusto sino por destino… era la forma elemental de Dios para decir que estaban juntos…

 

Caminaron juntos… de la mano… durmieron juntos… amaron juntos… el tiempo que se les concedió, todo lo demás sería mera vanidad… mucho más de lo que tantos seres humanos anhelamos en la vida y nunca conseguimos… tuvieron en sus manos (juntas) el poner el cielo y la tierra en el mismo escenario y así lo hicieron…

 

Pudieron arrojarse a la cama y en una vorágine de caricias y besos convencerse sin preámbulos, de que se trata este retumbar violento que salta en el pecho cada vez que el otro se acerca… para terminar gimiendo al poco tiempo, cuando hacían del amor una virtud particularmente suya…

 

Y al final… se llevaron del otro justamente lo que no les correspondía… se llenaron así de odios suyos y vicios de ajenos...

 

Continúa…