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Shodō de El Amor es Otra Cosa

sábado, 1 de mayo de 2010 , Posted by The Horror Vacui at 21:27

Y aclaro fervientemente que este Shodo no es mío... es un escrito de alguien que de pronto desapareció de mi vida... de alguien que de pronto no supe más... y que ojalá que con esto... aparezca... pero que encaja perfectamente con todo lo que está pasando y que merece un tributo... Gracias Gabriela... aún hoy... tus textos y palabras retumban en mi...


Víctor cuelga el auricular del teléfono denotando molestia, Lilia pregunta: ¿qué ha pasado?

¿Eh? No, nada, vuélvete a dormir; yo voy por un vaso de agua. Aprieta los dientes en su boca y acerca sus labios tensos a la frente de Lilia para que ella se sienta más tranquila. Aunque cada músculo de Víctor señala ansiedad, Lilia decide mentirse y volver a dormir.

“Ya no...” jaja: Víctor se sonríe a sí mismo: ese pinche jueguito de reproches ya le tiene tan cansado, cansado...

Bebe el agua desde la jarra que estaba en la puerta del refrigerador, bebe hartándose, queriendo capturar con el paso de esta en la garganta todos esos gritos de desespero. Bebe, bebe. El frío corriente que llega del refrigerador abierto le acaricia los pies descalzos y la espalda desnuda.

Aprieta los ojos: “Ya no”. ¡¡¡Aaaaaaah!!!El grito interno se abraza a las agujas frías del agua, deseando salir sin poder hacerlo: “Ya no...” Y se le acaba el último chorrito...

Su figura jadeante se antoja para fotografía, a contraluz dentro del refri, retorcido hacia su estómago: la viva imagen de la ansiedad deseosa.

Trata de contener la erección al pensar en ella, pero ya no, ya no. La jarra vacía en sus manos y contra sus rodillas cae acelerada y quiebra delante sus pies, entonces Víctor despierta de su letargo.

Un tamborcillo de su corazón se le oscurece y ya parece cantarle al oído alguna rolita de Portishead: el sonido de víbora caminando en el suelo más liso y ennegrecido, la cobra encantada con la cabeza erguida y los ojos fijos...

¿Quién te calma esta noche? Piensa en ella dentro de su cama, con los brazos y las piernas encogidos, con las manos empuñadas: Suele dormir así cuando cree que nadie la ve... ¡Desgraciada, viéndote dan ganas de matarte!

Pero Víctor levanta la cabeza con ganas de ignorar la imagen, aprieta los dientes aún más, da un paso olvidándose de los vidrios: vuelve a despertar: Pobre pendejo, no sabes ni caminar o beber sin tener que romper algo.

“¿Estas herido?” Pregunta una voz en su espalda. ¡Lilia! Piensa y voltea apresurado, pero en la alucinación del desvelo se encuentra con otra cara en una remembranza: ¿Estas herido? Le pregunta una dulce cabecita redonda. ¿Te duele algo? ¿Te sientes bien? Discúlpame, creo que venía distraída, no me fije que venias cruzando, discúlpame, discúlpame, ya mero y te dejo tirado aquí en la avenida, ¿te sientes bien? Víctor aún aturdido por el golpe balbucea: ¿Ah? Sí... eh... sí... estoy bien... Y la cabecita sonríe aliviada...

“¿Estas herido?” Vuelve a preguntar la voz ya dentro de la cocina, la sonrisa aliviada se esfuma dentro de un gesto de preocupación en unos labios distintos. Lilia mira inquisitiva a Víctor y éste, regresando nuevamente al momento se exalta: ¡te dije que te durmieras! Pero... escuché... ¡Mamadas que! yo ahorita levanto esto, regresate a la cama...

...Y... ¿no te enamorarías de mí? ¿Eh? ¿Pero que pendejadas son esas? El amor es otro tipo de cosa, niña, tú me gustas, eres adorable con tu cara redondita, redondita, me atraes. El amor es otro tipo de cosa... ¿Qué tipo de cosa? Otro tipo de cosa: lo sabrás cuando lo encuentres...

“Es otro tipo de cosa...” Musita Víctor mientras recoge los vidrios en el suelo...

...Víctor, ¿esto es amor? ¿Estar dentro de ti, dices? No, niña, se llama sexo. ¿Y que no hay amor en el sexo? Pues no sé, ¿crees que te amo? Yo digo que sí... No, yo a quien amo es a Lilia, mi esposa...

Ya no coordino, me cae de madres, no coordino. Reniega Víctor, mientras sube las escaleras hacia su dormitorio. En la cama Lilia solloza dormida... “Víctor” le llama entre sueños, ¿qué? Responde él automáticamente... “tú ya no me amas...” No, ya no, Lilia...

Pero cuando vira para encararla y sostener sus palabras mirándole a los ojos, se da cuenta que Lilia duerme, triste, pero duerme. Se sonríe a sí mismo: este jueguito de reproches

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