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Shodõ de Sofía y Tenoch Vol. 03

viernes, 17 de diciembre de 2010 , Posted by The Horror Vacui at 12:34

Sofia Y Tenoch 3

Lo que más le costó fue hacerse a la idea de que el sueño por fin había acabado. Pero, una vez pasado este primer dolor (ese abrupto despertar acariciando la ausencia en la almohada contigua) lo siguiente sería simplemente levantarse. "Qué ancho es el infierno", -meditó sorprendido- mientras intentaba incorporarse en la cama.

Una fracción de luz iluminó un sucio reloj colgado en la pared con las agujas clavadas en las doce del mediodía… supuso al verlo… que ya era tiempo. A tientas recorrió su cuchitril… atestado de colillas desparramadas… botellas rotas… platos sin lavar… tazas con café helado y viejos poemas de amor escritos en servilletas.

 

Todo… absolutamente todo… nadando en la atmósfera viciosa de esas cuatro paredes impugnadas de humo rancio.

 

Allí, como turista o una escolar buscando en el idioma la expresión correcta para desnudar sin temores sus sentimientos más profundos, Sofía seguía enredada en una telaraña de palabras pegajosas debatiendo como una aficionada, conjugando verbos, tachando, inmersa en el universo abstracto de la letra, nada sería igual y eso lo sabía de sobra.

 

El sueño de Sofía sin embargo, siempre estaría ahí, y aunque ya no habría más visitas como cada noche a esa quimera, era mejor acallarlo, que ya había desistido hace mucho de ser un juego de niños. Le apresaba la mirada perdida de Tenoch, a veces los días podían ser horribles pero las noches eran hermosas en sus brazos, cuando su corazón sabía que hay alguien que siempre residirá ahí, cual sueño lúcido, vívido, que es calma y burbujas, que es espuma y tierra.

 

Sofía hubiera querido ver con Tenoch esos horizontes color té que ahora veía… con los que había soñado tantas noches abrazando a su almohada, mientras tarareaba en pleno sonambulismo aquella canción que tanto los identificaba y que estaba escrita para ambos: “...no sabes que terror se siente, la espera cada madrugada…”

 

He querido entrar a tu alcoba: para ver tu mundo real... para quitar la etiqueta a tus vestidos... para olerte sin perfume... observarte sin maquillaje... sin el cabello teñido... en fin, he comenzado a soñar de nuevo... –escribió Tenoch- alguna vez en un cuaderno para Sofía

.

“...porque te vi venir, y no dudé, te vi llegar y te besé...” esa canción lo seguía a todas partes como si lo arrastrase… siguiéndolo… buscándolo… no sabía si había de regresar aquella canción o aquel amor… pero por hoy, haría el intento, que la amargura no se disfruta cuando alguien rechaza al corazón…

 

Con el tiempo Tenoch habría de venir a menos, desde la muerte de Sofía simplemente se dedicó a dejar que los años transcurrieran, trayendo como único corolario una vejez sin más anécdota que un recuerdo claro de como amaneció cada uno de los días en el paraíso rebotándole en la mente.

 

Repitiéndose en cada ocasión la vieja frase que hiló aquella primera mañana "qué ancho es el infierno" al acariciar, entre melancólico e irónico, el lugar de la almohada que antiguamente había ocupado la mágica cabeza de Sofía.

Allí, donde sus ojos se fijaban cristalizando una lágrima fugitiva y su mirada de garra no arañaba la nada sino que la venera. Allí, en ese oasis perecedero… en ese instante vacío de tiempo… en ese universo incorpóreo que se instala entre nosotros… estaba y estaría por siempre su amor hacia ella.

 

Se encontraron como cada tarde-noche en el mismo sitio que desde hacia ya años era su refugio y su prisión… ¿cuántos?, creo que como mil. Siempre había algo nuevo que ver ahí… gente que va y viene… la misma señora que fregaba los pisos, siempre puntual a la cita de ambos, pero hasta ella… tan imperceptible… tan insignificante… para el mundo de Tenoch y Sofía, presintió por su intuición de mujer que no los volvería a ver de la mano como en otras épocas y sintió cierta nostalgia.

 

Hablaron sin decirse mucho… sin mirarse tanto… hasta para eso les falto el valor que nunca tuvieron, aquel para brincar al precipicio del amor desmesurado, quizá haber ido en contra de los principios fundamentales de la vida hubiera dado cierto resultado, después de todo… el crear un nuevo mundo hubiese sido más fácil que separarse, como ese día lo hicieron…

 

Lo primero, el beso habitual lleno de cerrazón, la mirada perdida de ambos buscando una palabra que significará lo mismo que un “te amo”… pero con menos intensidad… está vez, el mundo no cambió, impertinente y soberbio decidió quedarse a lo que había mutado, le gustaba su nueva forma y ahora ni ellos tenía aquel poder…

 

Ambos sabían que sería definitivo, por eso Sofía no dudo en regalarle una lágrima para agregar el suvenir que le faltaba en el estante de los recuerdos de Tenoch… no se imaginaban que los rostros se multiplican con el dolor y andan por la calle al descubierto y en horas del día sin que nadie diga nada…

 

Lo más probable es que ese día estaba todo planeado, maquiavélicamente por el destino… un fuego voraz que prendiera en llamas todo este paraíso creado… el asunto estuvo en que fueron precavidos, para no quemarse… y no con agua de lágrima para apalear el incendio…

 

…sino con una sonrisa de fuego en los ojos para contemplar con serenidad como sus laureles se volvían cenizas… cenizas capaces de redimir la oportunidad de nuevamente volver a empezar…

 

No había culpables… no había maldad en el suceso, ciertamente pensaban que sería fácil olvidarse, deshacerse del peso de la cruz para alivianar la vida del otro, por eso Tenoch tiró (simbólicamente y no) toda la historia a la basura delante de sus ojos y se quedo con el papel de malo, sólo para que se le hiciera más fácil al no tener la culpa de aquello a Sofía… tanto que la amaba sin duda…

 

Continúa…

Currently have 2 comentarios:

  1. gabysoyyo says:

    no me puedo acostumbrar a este mundo sin ti
    y sin embargo a veces es como si nunca hubieses existido
    como si tan solo hubieses sido un sueño

  1. Liliane says:

    No hay culpables... tan sólo responsables.

    Tus palabras SIEMPRE me encantan. Todas y cada una de las veces que te leo.

    Gracias por la persistencia y delizadeza al escribirnos. Incluso en el dolor. El mundo necesita de eso.


    Abrazos desde Brasil

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